viernes, 1 de noviembre de 2024

Guillermo contra la Tríada satánica

  • Nota: A fin de contextualizar nuestra traducción de las Anotaciones a Bacon, que publicaremos aquí en breve, me ha parecido conveniente reproducir algunos fragmentos de mi Tesis, relativos, en primer lugar, a la crítica general de Blake a la tríada Bacon, Locke, Newton; en segundo, de manera pormenorizada, al propio Bacon; y en tercero, en fin, a sus epígonos del Literary Club. A fin de no sobrecargar la lectura, iremos introduciendo los diversos fragmentos por separado. Respecto al título, no es sino un pequeño homenaje al inolvidable personaje de Guillermo (William), creado por la escritora Richmal Crompton, que recuerdo como paradigma rebelde de mi infancia.


                                                

                                  “Los modelos y guías de la filosofía y la ciencia eran los tres  villanos: Bacon, Locke y Newton. Sin embargo, los tres estaban indisolublemente unidos a los teólogos de un cristianismo servil: todos se arrodillaban ante Urizen, el Dios de este mundo. Blake, en otras palabras, estableció una analogía precisa entre la visión de un universo mecanicista y la religión concebida como un código moral. Ambas concepciones proclamaban lo universal a expensas de lo particular, ya fuera un momento concreto del tiempo, singular e irreductible, el matiz y color de una planta, o la vida de un hombre particular. Urizen, en efecto, es el dios de la reducción, que reduce todo a términos cuantitativos"

                                 

                                                              Czeslav Milosz, The Land of Ulro

                                  

                                             

La elección de la “tríada” Bacon, Newton y Locke como simbolo de la conexión entre mecanicismo, mercantilismo y ley moral no fue en modo alguna azarosa por parte de Blake. En primer lugar, los tres fueron, en palabras de Basil Willey, las figuras claves de “ese fenómeno peculiarmente inglés, la sagrada alianza entre ciencia y religión”, encarnado por “la apostólica sucesión de físicos-teólogos ingleses que va de Bacon, a través de Boyle, Locke y Newton, hasta Joseph Priestley”[i]; una “sagrada alianza”, dicho sea de paso, que socava por completo la tesis, cara a los críticos trascendentalistas, de que Blake atacó a estos autores porque rechazaba su “materialismo”, pues de hecho compartían un ferviente teísmo antitrinitarista, y el sistema newtoniano, por mucho que el positivismo decimonónico lo reinterpretara como un modelo autosuficiente, postulaba expresamente la existencia de un Dios creador omnipotente y trascendente, garante del mantenimiento de las leyes inmutables del Universo e incompatible con la Divina Humanidad blakeana. Los tres pensadores ocuparon asimismo cargos políticos relevantes vinculados a la oligarquía terrateniente, defendieron con ardor los principios de la jerarquización natural de la sociedad y, en el caso de Bacon y Locke, fueron precursores reconocidos de la doctrina del libre comercio sobre la que se sustentarían el capitalismo industrial y la expansión colonial. Si nos atenemos a la sucesión cronológica apuntada por Willey, de hecho, encontramos en su origen al Canciller del Reino Francis Bacon, reputado demoledor de “ídolos”, pero generalmente menos recordado como ardiente defensor de la desigualdad social y de un incipiente imperialismo. Pues bien, entre los escasos libros conservados de la biblioteca blakeana se encuentra una edición de la obra de Bacon Essays Moral, Economical and Political[ii], con anotaciones a lápiz del propio Blake, que he tenido la fortuna de consultar en la Cambridge University Library. Estas Annotations to Bacon aparecen reproducidas en la edición de Erdman[iii] junto a párrafos seleccionados del texto original, pero la consulta directa del ejemplar permite observar que dicha “selección” no hace plena justicia a la crítica de Blake, cuyas notas abarcan a menudo toda una página. Baste señalar, por el momento, dos párrafos del texto de Bacon, pertenecientes al ensayo On the true greatness of Kingdoms and States, que se encuentran en páginas anotadas extensamente por Blake y muestran claramente la concepción imperialista y belicosa que aquél poseía de la política: “Pero lo más importante para alcanzar el imperio y la grandeza es, por encima de todo, que una nación profese el ejercicio de las armas como su principal honor, estudio y ocupación”[iv]; “Una guerra civil es, desde luego, como el ardor de la fiebre, pero una guerra exterior es como el calor proporcionado por el ejercicio, y sirve para mantener saludable el cuerpo”[v]. Por lo que respecta a Newton, Blake no sólo poseía plena consciencia de las implicaciones teístas de la física newtoniana  –por lo demás bien conocidas en la época, según atestiguaremos documentalmente en el Capítulo V-, sino también de su labor como inspector y posteriomente director (1699) de la Casa de la Moneda, cargos en cuyo ejercicio organizó la regularización de la nueva moneda acuñada y fue responsable directo de la ejecución de diversos falsificadores en el patíbulo de Tyburn Tree, uno de los lugares simbólicos citados repetidamente por Blake como encarnación de la opresión política: “la muerte en la horca era el castigo para los falsificadores de moneda. El inspector de la Casa de la Moneda Newton proporcionó en más de una ocasión las pruebas necesarias para la condena”[vi]. En cuanto a Locke, cuyo Essay afirmaba sin ambages la existencia de “un Ser eterno, omnipotente y ommnisciente” -que Blake identificaría expresamente con el vengativo Dios mosaico y el “Pantocrátor de Newton”, tejedor de “la Trama de Locke[vii]-, sabemos por el propio artista que éste leyó ya en su juventud sus escritos epistemológicos, pedagógicos y políticos. Y por lo que respecta al discutible liberalismo lockeano, que tendremos ocasión de analizar con detalle, nos limitaremos por ahora a constatar que, desde luego, no se manifestó en su actividad pública como consejero del Board of Trade, caracterizada por su draconiana propuesta de endurecimiento de las condiciones de la Poor Law (Ley de Pobres), sus admoniciones contra cualquier intento de disminuir el interés o aumentar los impuestos a los grandes propietarios so pena de detener “las ruedas del comercio” y, en fin, acorde a los principios establecidos en su Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil (1690) -“hay en el mundo tierra suficiente para abastecer al doble de sus habitantes, si la invención del dinero y el tácito consentimiento de asignarle a la tierra un valor no hubiese dado lugar al hecho de posesionarse de extensiones de tierra más grandes de lo necesarias, y a tener derecho a ellas”[viii]-, una defensa a ultranza de los privilegios de la clase oligárquica, sintetizada en las palabras de su más reputado biógrafo, Maurice Cranston: para Locke “los trabajadores estaban excluidos de las plenas responsabilidades y privilegios de la sociedad política (…). Es absurdo que se hable de Locke, como a menudo se hace, como un filósofo de la democracia”[ix].

La vinculación de estos pensadores a la ideología dominante de la época, que desde nuestra perspectiva actual puede resultar atenuada por su vinculación posterior a la modernidad ilustrada, era pues patente en la Inglaterra de la época, y fue claramente percibida por Blake, quien estableció sin duda una relación directa entre el teísmo trascendente y las tesis empiristas de la “tríada” Bacon-Newton-Locke, sus actuaciones públicas y su defensa de doctrinas que él consideraba denigrantes, como el origen divino de la desigualdad social, el incipiente capitalismo industrial y la licitud de la guerra imperialista. En cualquier caso, según tendremos ocasión de exponer, Blake experimentaba por estos autores, cuya figura rescataría en la regeneración visionaria final de Jerusalem, un respeto que negaba a sus contemporáneos Edmund Burke, Samuel Johnson y Joshua Reynolds, miembros fundadores del elitista Literary Club, a quienes consideraba apenas unos hipócritas epígonos de aquellos. Si Blake centró sus críticas en Bacon, Newton y Locke fue por considerar que su obra, y de manera muy particular las seductoras metáforas newtonianas, constituían, por una parte, la poderosa versión contemporánea del dualismo teocéntrico que, durante los “seis mil años” transcurridos desde la supuesta Creación –según la cronología histórica establecida por el obispo Usher y corroborada por el propio Newton en The Chronology of Ancient Kingdom Amended (1728)-, habían dado pie a todas las formas de opresión social, y por otra la base del entramado religioso, ideológico y político sobre el que continuaba sustentándose a fines del siglo XVIII la doctrina de la jerarquización social.  Pues si, como Blake hará afirmar a Urizen (cuyo nombre es probable acrónimo de “your reason” y “horizon”), encarnación de la razón excluyente y del “sueño simple de Newton”, las leyes inmutables de la Naturaleza y su Divino creador aseguraban que “todo futuro se encuentre atado en su vasta cadena[x], las consecuencias políticas implícitas en esta visión nos remiten de inmediato a Edmund Burke, quien, al considerar  que “el contrato particular de cualquier Estado no es sino una cláusula del gran contrato primigenio de la sociedad eterna,  que vincula las más altas y bajas naturalezas, el mundo visible y el invisible (…), cada uno en su lugar establecido”[xi], exigía asimismo la inmutabilidad de la “perdurable cadena” de un contrato social cuyo origen se remontaba a Dios, “instaurador, creador y protector de la sociedad civil”[xii] y debía extenderse, por el bien de la Nación, “a los vivos, a los muertos, y a aquéllos que aún no han nacido”[xiii]. La mano invisible de la Providencia Divina sostenía así la inviolabilidad del orden social establecido, y confería un sustento trascendente tanto a la jerarquización natural como a la conversión progresiva del hombre en mercancía por el capitalismo industrial, cuya asunción de las metáforas del orden religioso –dígase la “mano invible” del mercado-, sería culminada en 1795, un año después de que Blake grabara The (First) Book of Urizen, por el propio Burke, quien, en nombre del mismo pueblo al que en otros momentos no dudaría en tildar de “multitud porcina” (swinish multitude), supo dar un nuevo significado a las palabras de Locke acerca de la sujeción de todos los hombres “a la ley de la naturaleza, es decir, la voluntad de Dios”[xiv], insistiendo en la necesidad de mantener los principios de la estratificación económica y social dentro del nuevo modo de producción: “es preciso resistirse humanamente a la idea, especulativa o práctica, de que está dentro de las competencias del Gobierno, en cuanto tal Gobierno, o incluso de los ricos, por el hecho de ser ricos, proporcionar a los pobres aquellos bienes necesarios que la Divina Providencia ha querido arrebatarles temporalmente. Nosotros, el pueblo, deberíamos ser juiciosos, y comprender que no es mediante la ruptura de las leyes del comercio, que son las leyes de la naturaleza y por tanto las leyes de Dios, como podremos tener esperanzas de mitigar el Divino disfavor”[xv].

La conexión establecida por Blake entre la epistemología empirista y su separación sujeto-objeto, la reificación de la naturaleza impuesta por el mecanicismo newtoniano y la opresión social no era, pues, en absoluto ingenua. Además, el artista era plenamente consciente de que tales concepciones constituían asimismo la base de la “estética de la sublimidad” elaborada por Joseph Addison, Samuel Johnson y el propio Burke, cuya visión de lo sublime como “vasta, inmensa uniformidad” radicaba en la oposición entre la “sobrecogedora naturaleza” y una “precariedad humana” sólo mitigada por la gracia e intervención divinas. No bastaba, pues, como hemos señalado, con limitarse a distorsionar los modelos tradicionales, ni era tampoco posible crear las condiciones para una libertad plena empleando la misma racionalidad excluyente que había conducido a la opresión social. Era preciso forjar una “lengua nueva”, una forma diferente de pensamiento y actividad creativa, que permitiera la supresión de las “cadenas forjadas por la mente” e integrara los aspectos positivos de la razón dentro del fecundo poder creativo de la Imaginación; y para ello resultaba necesaria la subversión de los esquemas linguísticos y plásticos tradicionales y, lo que es más importante, la elaboración de nuevos modelos y arquetipos sujetos a continua renovación, lo que implicaba la creación de un nuevo lenguaje plástico y poético. Así, en su intento de romper con el dualismo teocéntrico, Blake elaboraría una visión de lo sublime fundada en la convicción de que “todo lo existente es Humano, poderoso, sublime[xvi] y la consideración de cada “minute particular” como un microcosmos de la Humanidad Divina, una “estética de la exuberancia” inspirada en el reconocimiento de la sublime inmensidad inherente en cada individuo, cuya renovada percepción imaginativa –y no la intervención de una entidad trascendente- debe constitur el agente de su regeneración.



[i] Willey, Basil: The Eighteenth Century Background, Penguin, Hardsmonworth, 1962; pg. 133.

 

[ii] Bacon, Sir Francis: Essays Moral, Economical and Political, Londres, 1798.

 

[iii] Ann. Bacon’s Essays Moral, Economical and Political; Erdman, 620-632. [Conviene aclarar aquí el sistema que seguiremos en lo sucesivo para nuestras citas de los ejemplares anotados por Blake. En aquellos cuyo original no he podido consultar, cuando el pasaje corresponda sólo a Blake o citemos el texto anotado a partir de la selección realizada por Erdman, mencionaremos únicamente, excepto en la primera cita, el título abreviado del texto (por ejemplo: Ann. Watson) y la referencia correspondiente de paginación del original proporcionada por Erdman. En aquellos casos en que he podido acceder a la consulta directa del original, cuando el pasaje se limite a la anotación de Blake o el texto original citado aparezca incluido en los breves fragmentos recogidos por Erdman, procederemos igual que en el caso anterior (Ann. Bacon); en tanto que, una vez proporcionada la referencia bibliográfica completa de la obra en la primera cita, incluiremos la referencia a la edición original (por ejemplo: Bacon, Essays, 1798) cuando citemos párrafos no recogidos en la selección de Erdman. V. también, como ejemplo relativo a aquellos casos donde las anotaciones de Blake corresponden tanto a los textos del autor como del editor, nota V.212.]

 

[iv] Bacon, Essays, 1798; pg. 144: “But above all, for empire and greatness is importeth most, that a nation do profess arms as their principal honour, atudy and occupation”.

 

[v] Íbid.; pg. 147: “A civil war, indeed, is like the heat of a fever; but a foreign war is like the heat of exercise, and serveth to keep the body in health”.

 

[vi] Christianson, Gale E:  Newton, Salvat, Barcelona, 1986; Vol. 2, pg. 416.

 

[vii] Milton, 4, 11; Erdman, 98: “Art thou not Newtons Pantocrator weaving the Woof of Locke”. [Sobre la interrelación establecida por Blake entre el teísmo newtoniano y el lockeano, v. Apartado V.1.2.1, en particular las notas V.79-90.]

 

[viii] Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, trad. prólogo y notas de Carlos Mellizo, Alianza Editorial, Madrid, 2000; V, 36, pgs. 63-64.

 

[ix] Cranston, Maurice: John Locke, Longman, Greens & Co., Londres, 1969; pg. 28.

 

[x] Four Zoas, Noche VI, 73, 20; Erdman, 350: “all futurity be bound in his vast chain”.

 

[xi] Burke, Edmund: Reflections on the Revolution in France, Penguin, Hardmonsworth, 1986; pg. 195: “Each contract of each particular state is but a clause in the great primæval contract of eternal society, linking the lower with the higher natures, connecting the visible and invisible world (…) each in their appointed place.”

 

[xii] Íbid; pgs. 193 y 196:  “whole chain and continuity” (…) “the institutor, and author and protector of civil society”.

 

[xiii] Íbid; pgs. 194-95: “those who are living,  those who are dead, and those who are to be born”.

 

[xiv] Locke, Segundo Tratado, 2000; XI, 135, pg. 144.

 

[xv] Burke, Edmund: Thoughts and Details on Scarcity, Originally Presented to The Right Hon. William Pitt, in the Month of November, 1795, incluido (pgs. 61-92) en el Vol. IV. de Select Works, Miscellaneous Writings, Liberty Fund, Indianápolis, 1999; pg. 81: “but manfully to resist the very first idea, speculative or practical, that it is within the competence of Government, taken as Government, or even of the rich, as rich, to supply to the poor, those necessaries which it has pleased the Divine Providence for a while to with-hold from them. We, the people, ought to be made sensible, that it is not in breaking the laws of commerce, which are the laws of nature, and consequently the laws of God, that we are to place our hope of softening the Divine displeasure”.

 

[xvi] Jerusalem, 34, 38; Erdman, 180: “every thing is Human, mighty! sublime!”

 





No hay comentarios:

Publicar un comentario

GUILLERMO CONTRA EL LORD CANCILLER

  [Nota : he eliminado las notas a fin de hacer menos farragoso el texto; y también, a qué negarlo, por mi manifiesta incapacidad digital. T...